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El Boyd científico

A finales de 1960 Boyd ya se había trasladado al Instituto y había empezado a estudiar. En 1961 nació su última hija, Mary Ellen. Cinco niños, uno de ellos con un cuidadoso tratamiento para la polio, ya eran suficiente para que Mary no pudiese trabajar y tuviesen que arreglárselas con el sueldo de John. Compró una humilde casa en Doraville, un suburbio de Atlanta, y que curiosamente fue la única vivienda que poseyó en toda su vida. En el frente aéreo, los generales de bombarderos seguían dominando la USAF, pero su barco se había encallado: John F. Kennedy era presidente y Robert McNamara se había convertido en Secretario de Defensa. Ninguno de los dos estaba muy de acuerdo con las opiniones de los generales. El bombardero XB-70 Valkyrie y el misil de crucero Skybolt, dos de sus más importantes proyectos, fueron cancelados de inmediato. La línea de producción de los cazas Century Series se cortó y la fuerza aérea tuvo que tragarse el F-4 Phantom, un aparato de la Navy. En cambio, el proyecto del F-111 fue impulsado y forzado para ésta. McNamara también sería famoso por su peor legado: un sistema de desarrollo de armas en el que todo se realizaba por ordenador para ´´ ahorrar dinero ´´, sin prototipos, que tendría nefastos resultados a la larga.

F-111 Aardvark
F-111 Aardvark

Georgia Tech, sin manifestaciones hippies y con un alumnado en su práctica totalidad masculino, era considerada una de las universidades más cualificadas de Estados Unidos, pero también de las más rancias. Boyd actuaba igual que siempre: como si fuese el dueño del instituto, atacando directamente a cualquiera que fuese o pareciese un enemigo. Era mucho mayor que los demás alumnos y vivía relativamente al margen de la vida universitaria, sin acudir a sus fiestas y reuniones. Para él, al principio no había problemas. Pero se le atragantó la termodinámica. Si un cuerpo caliente entraba en contacto con otro frío y se establecían ambos en un sistema cerrado, la energía calorífica acababa repartida entre ambos. El flujo de energía y por lo tanto su utilización para fines útiles desaparecían. Especialmente difícil le era asimilar éste concepto de energía no utilizable. Pidió ayuda a Charles E. Cooper, un estudiante de 19 años obsesionado con la aeronáutica. Él le explicó que lo que venía a decir esa ley de la termodinámica, es que ningún sistema es eficiente al 100%, siempre hay una parte de energía calorífica que entra en contacto con el exterior y se pierde. Boyd tuvo una ´´ iluminación ´´ y empezó a pensar en ello en términos de un combate aéreo.

Llevaba pensándolo desde que escribió el Aerial Attack Study, una forma de reducir las tácticas aire-aire y la agilidad de un aparato a algo más sencillo, una frase o una ecuación. Comprendió que la base para ganar en un combate aéreo era la energía. Cuanta más energía tuviese disponible un avión, más fácil le sería maniobrar, es decir, alterar su estado de vuelo. La física dice que, en vuelo nivelado, las cuatro fuerzas (sustentación, peso, arrastre y empuje) están equilibradas y equivalen a 0, algo difícil de asimilar si el avión vuela a 1.000 km/h y el lector no está acostumbrado a la física. Un bombardero pesado y caza ligero tienen la misma energía sobrante en vuelo estable, es decir, 0. La diferencia viene al cambiar su estado de vuelo. En todo caso, Boyd definió como la capacidad de maniobra o agilidad de un aparato su energía sobrante, es decir, la que tenía disponible para alterar un curso determinado. Pero eso no era todo. Los cuerpos necesitan más energía según varios factores, como el tamaño o el peso, para maniobrar. Finalmente, definió su nuevo concepto como energía específica sobrante (escrito Ps, leído pe sub s).

Cuando el concepto estuvo claro, y por lo tanto el problema a resolver también, fue fácil llegar a una solución. Después de algunas ecuaciones y cálculos, concluyó que la respuesta era:

Ps = [(E-A)/P]*V

Es decir, energía específica sobrante igual a empuje, menos arrastre, partido por peso, y multiplicado por velocidad. Boyd acababa de aportar un grano de arena a la ciencia y una montaña a la aeronáutica. Diseñar aviones ya nunca sería lo mismo. Ahora podía determinar la agilidad de un aparato sólo con ver unos cuantos números. Había descubierto algo tan revolucionario, tenía una bomba de tal poder en sus manos, que al principio no se lo creía. Tenía que haber sido descubierto por alguien antes. Pero no, había sido él, aunque todavía quedaba mucho por hacer. Lo comentó a sus amigos íntimos en sus llamadas nocturnas, pero no se atrevió a hacer pública su teoría, bautizada Energy-Maneuverability (E-M para mayor comodidad), hasta que estuviera totalmente demostrada. Esto iba a requerir tests de vuelo, que de momento no tenía a su disposición, y un montón de cálculos detallados sobre ecuaciones y datos de aviones.


A principios del 63 Boyd se graduó. Vendió su casa (no había terminado de pagar la hipoteca, así que tuvo que ser el comprador el que lo hiciera, y John no recibió nada) y se embarcó para Eglin, donde había sido destinado. Eglin era otra base remota, dedicada al testeo de armas. Además, había sido ascendido a Mayor. Su obsesión ahora eran las ecuaciones. El apodo pasó de ser Forty-Second Boyd a ´´ Mad Major ´´, el Mayor Loco. Iba a todas partes con sus hojas de números y letras extrañas que representaban coeficientes de arrastre, envolventes de vuelo, ecuaciones que nadie entendía en su oficina. No se preocupaba mucho de llevar uniforme militar, ni de ir peinado, ni de llevar ropas presentables, aunque seguía siendo imponente física y psicológicamente. Lo que le importaba era su imposible tarea de realizar cálculos con la E-M. Boyd comprendió que tardaría una eternidad en demostrar su teoría con cálculos de bolígrafo y mente. Todo el mundo sabía o podía enterarse con facilidad de qué estaba investigando, por lo que resulta asombroso que nadie se interesara. Le fue denegada la utilización del único ordenador que tenía disponible en la base. El civil que administraba qué merecía y qué no merecía tiempo de uso del ordenador, fue atacado por Boyd cuando la E-M se demostró (le quemó la corbata con un cigarro mientras le decía ´´ eres un jodido perdedor ´´) y se convirtió en un enemigo más de éste.

Thomas P. Christie
Thomas P. Christie
La situación parecía atascada, hasta que conoció a Thomas P. Christie. Éste era un civil con un pasado aún más difícil que el de Boyd, pero que había estudiado y se había hecho un hueco en la USAF. Christie utilizaba las matemáticas, la balística y la física para elaborar tablas que permitiesen predecir el comportamiento de las bombas en misiones de ataque, y en menor medida de los aviones. En cierta ocasión acudió al bar de oficiales cuando en él se encontraba Boyd, y un amigo suyo le recomendó oír lo que el Mayor Loco tenía que decir. John le contó sus ideas sobre energía sobrante que podía ser utilizada para maniobras, y lo mucho que le estaba costando desarrollarlas. Christie estaba de acuerdo con las teorías de Boyd. Se cayeron bien el uno al otro. A medida que Christie le iba contando en qué consistía su trabajo, Boyd se quedaba más atónito:

-Elaboro tablas sobre las características de vuelo de aviones y bombas.
-Tengo todos los datos sobre ángulo de ataque, velocidad a distintas altitudes, consumo de combustible, empuje…los aviones no tienen secretos para mí.
-Estoy utilizando ordenadores para elaborar cálculos de vuelo aún más precisos.

A cada frase, a Boyd se le escapaba un ´´ maldición ´´. Aquel era el hombre que estaba buscando. Para el resto de su vida, Thomas sería un verdadero amigo. Fue el primero de lo que se conocería como los Acólitos, el grupo de seis hombres que más cercanos serían a Boyd, sus compañeros de batallas, aquellos a los que llamaba ´´ Tiger ´´, como se llamaban entre sí los pilotos de Nellis. Boyd y Christie eran la pareja que iba a revolucionar la Fuerza Aérea. Por lo pronto, la mitad del trabajo del ordenador principal de Eglin, tantas veces denegado a John, se realizaba para Thomas, así que no sería muy difícil disimular algo de cálculos extra. Cuando más tarde el chiringuito fue cerrado, había robado más de un millón de dólares de la época en tiempo de ordenador. John de nuevo se libró por poco de ser llevado a juicio.





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