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Mientras que países como Francia, Inglaterra, Estados Unidos asintieron resignados a la extensión de Enigma por Alemania, había otro país que no se quedó quieto. Un país situado a caballo entre la Unión Soviética comunista y la Alemania Nazi, que cada vez hacía menos intentos por disimular el ansía de revancha y recuperar los territorios que le fueron arrebatados tras la firma del armisticio de la I Guerra Mundial. Polonia. Eran plenamente conscientes de la importancia de Enigma en la guerra que estaban seguros se avecinaba. Si eran capaces de desentrañarla y poder leer los mensajes, tendrían una oportunidad para defenderse de la maquinaria de guerra alemana.

El Biuro Szyfrow, el organismo polaco encargado de estos menesteres, se puso rápidamente a la obra. Primero adquirió algunas máquinas del modelo comercial, para familiarizarse con su uso. Pronto cayó en la cuenta que estas máquinas tenían el cableado de los modificadores diferentes de la Enigma militar. Y sin el mismo cableado, nada se podía hacer. También dedujo que puesto que Enigma era una forma de cifrado “científica”, deberían ser científicos los encargados del reto de descifrarla. Para ello organizó un curso de criptografía a la que fueron invitados varios matemáticos del país. Tres de ellos ofrecieron aptitudes, desentrañando antiguas cifras de diversa complejidad, pero un nombre pasaría a la historia, Marian Rejewski, un joven que había estudiado matemáticas y estadística para trabajar en seguros.

Bomba
Logotipo de Enigma. Desde luego acertaron con el nombre
Al mismo tiempo, otro hecho vino a ayudar a los polacos. Un alemán, Hans-Thilo Schmidt había pertenecido al Ejército alemán durante la I Guerra Mundial. Pero fue expulsado del ejército en los profundos recortes que siguieron al armisticio, al contrario que su hermano Rudolft, un distinguido alto oficial. Emprendió varías aventuras empresariales, pero en aquellos tiempos de profunda crisis económica, fracasaron y le llevaron a la ruina. Un profundo resentimiento se fue instalando en él, más cuando tuvo que acudir a su hermano en busca de trabajo. Por una de esas casualidades históricas, Rudolft era un alto mando de la Chiffrierstelle, el organismo alemán encargado de las comunicaciones cifradas, el templo de Enigma, y allí le colocó. Resentido para con su país y para con su hermano, no tardó en vender información secreta a cambio de dinero. Fue contactado por agentes de la inteligencia francesa, que le compraron documentos sobre Enigma y libros de claves. Los franceses, no obstante, no consideraron aquello especialmente significativo, porque concluyeron que sin el libro de claves, nada se podía hacer, y estaban seguros que el libro de claves no iba a estar ahí siempre, más en periodos de crisis o de guerra. También ocurrió que los franceses tenían un acuerdo de colaboración con la inteligencia polaca, así que sin más intentos por su parte, pasaron toda la documentación a Polonia. Parte de esa documentación ofrecía datos “sensibles” sobre Enigma, que les permitió deducir los cableados de los modificadores de la Enigma Militar, la que les interesaba.

Rápidamente fueron construidas réplicas de Enigmas, se instalaron centros de escucha para interceptar el mayor número de mensajes posibles, y tanto las Enigma como los mensajes según se iban consiguiendo, fueron entregados a Rejewski y su equipo. El jefe del Biuro Szyfrow, Gwido Langer, tomó una desconcertante pero inteligentísima decisión. No entregó los libros de claves a Rejewski, consciente también de que las claves no iban a estar disponibles en tiempos de guerra, así que decidió que Rejewski debía entrenar sus capacidades en tiempo de paz, preparándose para la guerra.

Puesto manos a la obra, Rejewski primero se dedicó a estudiar la máquina, buscando que hacía cada una de las partes de que constaba, y como interactuaban entre ellas. Lo que primero que dedujo es que no había forma humana de probar cada una de los billones de claves que Enigma ofrecía (con tres modificadores y 6 cables del tablero de clavijas que era la que entonces operaba). Ligeramente frustrado por no poder acceder a las claves, cuando en realidad las tenía a pocos metros, en el despacho de su jefe, tuvo una primera idea. Históricamente la repetición ha sido la gran aliada de los criptoanalistas, y la única repetición que se veía en la Enigma era la clave de mensaje, así que por ahí comenzó su estudio. Así que cogía las seis primeras letras de cada mensaje interceptado y estudiaba su relación. Por ejemplo, veía QWERTY, que era la codificación de la clave de mensaje usando la clave del día, que era lo que buscaba. Observó que la primera letra y la cuarta eran codificaciones de la misma primera letra de la clave de mensaje, la segunda y la quinta de la segunda, y la tercera y la sexta de la tercera.

Por ejemplo, si recibía 4 mensajes observaba las primeras 6 letras, las de la clave de mensaje:

Mensaje 1 L O K R G M
Mensaje 2 M V T X Z E
Mensaje 3 J K T M P E
Mensaje 4 D V Y P Z X

veía que en el primer mensaje L y R estaban relacionadas (eran codificaciones de la misma primera letra de la clave de mensaje), así como M y X, J y M y D y P en los otros tres mensajes. Su primera deducción es que estas relaciones eran reflejos de la disposición inicial de Enigma. Otra disposición daría otras relaciones.

Su siguiente paso fue crear una tabla con esas relaciones (aquí se muestra las relaciones de la primera letra de la clave, en realidad hacía lo mismo con la segunda y la tercera letra de la clave de mensaje)

A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
          P               M   R X

Con los suficientes mensajes de un mismo día, podía completar esta tabla:

A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
F Q H P L W O G B M V R X U Y C Z I T N J E A S D K

Rejewski se preguntó si esta tabla, que era reflejo de la disposición inicial de Enigma con la clave del día, que era su anhelado objetivo, le podría dar alguna pista sobre la que apoyarse. Así que le estudió desde muchos puntos de vista, buscando una norma, un patrón, alguna estructura que le indicara la clave del día. Al final encauzó su estudio a lo que posteriormente se llamó cadenas de letras. Como se ve en la tabla de arriba, la A de la fila superior está relacionada con la F de la inferior, así que busca la F en la superior y ve la W en la inferior, busca la W en la superior y ve que está relacionada con la A en la inferior, con la letra que empezó, una cadena está completada. Así que pacientemente desarrolló las cadenas de la tabla, apuntando el número de conexiones que tenían:

A-F-W-A......................3 Conexiones
B-Q-Z-K-V-E-L-R-I-B.....9 Conexiones
C-H-G-O-Y-D-P-C.........7 Conexiones
.
.
.

y así con todo el alfabeto. Su siguiente observación fue que cada día, que cambiaba la clave del día con la que operaban la Enigma, cambiaban las cadenas. Unas veces eran muchas cortas, y otras veces pocas largas. Fue el momento en que tuvo la más importante deducción. Llegó a la conclusión que estas cadenas eran fiel reflejo de la disposición de los modificadores (colocación en los huecos y orientación), y que el clavijero, lo único que influía es que las letras cambiaban, pero las cadenas y sus longitudes no se alteraban si no tocabas los modificadores. Entonces en vez de preocuparse de los billones de claves posibles, sólo debería preocuparse de las 105.456 claves posibles que eran reflejo de la disposición de los modificadores. Ardua tarea, pero desde luego ya dentro de la capacidad humana.

Así que Rejewski y su equipo, usando las Enigma que disponían y una importante dosis de paciencia, se dedicaron a probar una a una las 105.456 claves posibles, anotando las cadenas y las longitudes que generaban cada una. Un año después, pudieron presentar un catálogo con todas las posibles claves (disposición de los modificadores) y las cadenas que les correspondían.

Ahora, con cada mensaje que se interceptaba, se desarrollaba la tabla de relaciones para encontrar las cadenas resultantes, y con estas se acudía al catálogo, encontrando la disposición de los modificadores de la clave del día.

Quedaba el problema del clavijero, así que Rejewski actuaba de la siguiente manera: una vez conocida la disposición de los modificadores, quitaba todos lo cables y comenzaba a teclear el texto del mensaje. Mayormente salía un galimatías, puesto que se desconocía las conexiones del clavijero, pero de cuando en cuando salía un texto algo así: “llUga a varTovia”. Se deducía fácilmente que esto querría decir “llega a varsovia”, con lo que se veía que la U y la E estaban cambiadas así como la S y la T. Con los suficientes mensajes, se podía deducir todas las posiciones del clavijero. Enigma había sido vencida.

Pronto Rejewski se vio enfrentado a otro problema. De vez en cuando (y cada vez más a menudo), los alemanes hacían pequeñas correcciones a su metodología de uso de la Enigma. Cada cambio significaba que el catálogo que tanto costaba hacer no servía de nada, y tenía que compendiarse otro nuevo, lo que llevaba mucho tiempo en el que se permanecía a oscuras en la capacidad de desciframiento, tiempo que se estaba agotando a marchas forzadas. Así que Rejewski mecanizó la manera de encontrar la clave del día (la disposición de los modificadores) usando una adaptación de la misma Enigma. Como los modificadores podían ser colocados de 6 maneras distintas en los huecos, construyó un ingenio que era básicamente 6 Enigmas trabajando en paralelo, que era capaz de encontrar la disposición de los modificadores según la clave del día en unas 2 horas. A este ingenio, la lógica respuesta mecánica de los descifradores al desafío mecánico de los codificadores, se le conoció como “Bomba”. Unos dicen que este nombre fue por el ruido tic-tac que hacía la máquina trabajando, otros que fue porque la idea se le ocurrió a Rejewski mientras comía una Bomba, un típico helado en forma de esfera.

Enigma
Enigma con sus 3 modificadores fuera más una caja con otros 2 adicionales
Pero a principios de 1939, un par de cambios realizados por los alemanes echaron abajo la capacidad polaca de descifrar los mensajes. Introdujeron 10 cables en vez de seis para el tablero de clavijas, y a los operadores se les dio 2 modificadores más, para un total de 5, para combinar en los tres huecos. Los nuevos modificadores aumentaron x 10 el número de claves, a parte de desconocer sus cableados internos, y por tanto el número de bombas necesarias, algo fuera del alcance económico del Biuro, y los nuevos cables para el tablero hicieron algo imposible de abordar. Al mismo tiempo, el traidor alemán Schmidz, conocido por el sobrenombre de Arche, rompió el contacto con la inteligencia francesa. El flujo regular de libros de códigos que se había mantenido durante casi 7 años desapareció. Con una guerra en el horizonte, Polonia se quedó al mismo tiempo sin la capacidad de desciframiento del Biuru y sin los libros de códigos que podían solventar la situación. El resultado es de todos conocido...

Pero el jefe del Biuru, Langer, decidió que todo el trabajo hecho no debía perderse, así que sabedor de la inminencia del ataque alemán, convocó de urgencia a los servicios secretos ingleses y franceses (dos semanas antes de empezar la guerra), que acudieron sin saber a que iban. Fue muy grande la sorpresa de estos cuando les presento a la “Bomba”, así como los resultados obtenidos, demostrando que Enigma no era infalible. Más grande fue todavía la sorpresa cuando les ofreció los planos para la construcción de las “Bombas”, así como las Enigma que tenía, que usaban de repuestos. Estos datos de incalculable valor partieron para París y Londres. Como la Historia nos dice, a Francia de poco le sirvieron, pero para Inglaterra fue muy diferente...





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