por poliorcetes el Lun Ene 16, 2012 10:35 am
¿Como epaminondas, por ejemplo? Sin epaminondas no habría habido Filipo, y sin Filipo no habría habido Alejandro. Por no hablar de que a Alejandro le gustaban más los calamares que las ostras.
Los gays han estado en los ejércitos desde la noche de los tiempos, y de hecho el ejército y sobre todo la marina eran refugios tan importantes como los monasterios cuando a los gays se les quemaba por el pecado nefando.
La orientación sexual no deshonra un uniforme, ni influye en la capacidad de combate. Muy al contrario, el "batallón sagrado" tebano tenía una mala ostia singular, y muchos de los jenízaros otomanos también cojeaban, pero eso no les impidió zurrar a sus enemigos a modo. Podemos seguir con Horatio Kitchener, Lawrence de Arabia y a saber cuántos mandos ingleses más.
Lo que deshonra el uniforme es la cobardía en tiempo de guerra, abandonando o traicionando a los hombres bajo el mando propio, o las apropiaciones indebidas o cualquier otro delito o falta contra la hacienda pública.
Estamos en el año de Turing. A ese genial matemático (y más que matemático), que fundó las bases de la computación moderna, además de dejar otras semillas igual de importantes, que ayudó más que 10 escuadrones de spitfires a salvar UK en su participación en el programa enigma, y que al acabar la guerra la justicia condenó por gay a la castración química y acabó suicidándose. Su vida y su final son un buen ejemplo de que, en el siglo XXI, ya no resulta aceptable juzgar y, sobre todo, prejuzgar por la orientación sexual de una persona.