por Falcon el Mié Oct 03, 2007 6:35 pm
Para caldear un poco más el hilo, transcribo un artículo de Paul Roberts, experto en Petroleo. Tiene dos años, pero es válido para nuestro debate.
China vs. Japón - Guerra Petrolera por declararse
Paul Roberts* / The Washington Post (USA) - 28/06/04
Mientras continua el debate acerca de si la guerra en Irak es o no por petróleo, otra guerra por petróleo está por declararse entre dos de las mayores potencias mundiales.
Durante meses, China y Japón han batallado diplomáticamente por acceder a los gigantescos campos petroleros de Siberia.
Japón, cuya dependencia del petróleo importado es absoluta, desesperadamente ha requerido de Moscú que le autorice un oleoducto de 3.700 kilómetros desde Siberia a las costas del Japón.
China, el segundo mayor consumidor de petróleo después de EEUU, considera que el petróleo ruso es "vital para su seguridad" y aspira a su oleoducto de 2.000 kilómetros a Daqing.
La rivalidad entre China y Japón por el petróleo ruso es tan intensa que Japón ha ofrecido invertir 7 mil millones de dólares en el desarrollo de los campos de Siberia, financiar el oleoducto por 5 mil millones de dólares y regalar a Rusia 2 mil millones de dólares para "proyectos sociales".
De ganar Japón el favor de Rusia, es predecible que las relaciones entre Tokio y Beijing se hundirán en el más peligroso conflicto desde la Segunda Guerra Mundial.
La guerra petrolera por declararse en Asia ubica en su justo sitio el concepto de "seguridad energética", un asunto que va más allá de proteger refinerías y oleoductos contra ataques terroristas.
Seguridad energética es la habilidad para sostener la supervivencia de la maquinaria industrial y del bienestar social. Falla la seguridad energética si falla el abastecimiento de combustibles y de electricidad.
En los EEUU y en Europa la demanda eléctrica sobrepasa la oferta de potencia instalada y de gas natural como combustible.
En "economías emergentes" como lo son Brazil, India y especialmente China, la demanda energética duplicará en el 2020.
La crisis energética es aún más aguda en el mundo en desarrollo , 2 mil millones de personas con escaso acceso a la electricidad y a los combustibles líquidos, condenados por tanto a una existencia medieval que genera desesperanza, resentimiento y conflicto.
Nos encontramos entonces en el preámbulo de una guerra entre aquellos que tienen suficientes recursos energéticos y aquéllos que no los tienen, pero que si tienen la capacidad tecno-financiera y bélica para exigirlos.
Las naciones desarrolladas siempre compitieron por petróleo y ahora lo hacen por gas, pero la contienda por poseer un pedazo de las últimas grandes reservas mundiales de petróleo y gas es ya el foco dominante de la geopolítica del siglo XXI.
Los inicios de esta contienda están a la vista. China y Japón se disputan Siberia. En el Mar Caspio, los gobiernos de EEUU, Rusia, Europa y China, propulsados por el capital y las corporaciones petroleras, se disputan los grandes campos de Kazasthan y Azerbaijan. En Africa, EEUU construye una red de bases militares cuyo principal objetivo es garantizar su irrestricto dominio de los campos petroleros de Nigeria, Camerún, Chad y San Tomas, a la vez que neutralizar su acceso a China y el resto de las sedientas superpotencias.
La lucha diplomática y militar se ubica en el Medio Oriente, últimos yacimientos mundiales. Y es que la supuesta abundancia de nuevos descubrimientos en Rusia y Africa está lejos de "liberar" a los EEUU y a otros grandes importadores de las "maquinaciones de OPEP", al igual que está lejos, geológicamente lejos, de satisfacer sus demandas.
La guerra en Irak develó el fuerte antagonismo entre Rusia y Francia con los EEUU, particularmente en cuanto a cuáles compañías habrían de explotar el petróleo irakí post Saddam Husein.
Menos conocido es la forma como China ha venido construyendo sus alianzas en el Medio Oriente, aún a pesar de las objeciones de Washington. En el 2000 las autoridades petroleras chinas visitaron Irán, un país vetado para las compañías de EEUU; China posee significativos intereses en los yacimientos irakíes.
Sin embargo, la más controversial de las acciones de China es con Saudi-Arabia, un páis que EEUU siempre consideró su más fiel aliado. En años recientes, Riyad ha sido seducido por Beijing para acceder a sus reservas petroleras. En contraprestación, China le ha ofrecido a Saudi-Arabia un trato preferencial en el que está por ser el mayor mercado energético mundial, a la par de ofertarle la más avanzada tecnología armamentista, algo que Europa y EEUU han rehusado brindarle en el pasado.
Es válido admitir, no obstante, que en una guerra por petróleo EEUU se definiría victorioso gracias a su inmenso poder económico y militar. Lo preocupante es, sin embargo, que una guerra por petróleo escalaría las rivalidades entre las superpotencias y desestabilizaría la economía mundial en la cual descansa el poder de EEUU.
En tanto que la demanda por petróleo se intensifica y que la producción global se rezaga, a la par que los conflictos en el Medio Oriente y Africa se agudizan, la pelea por mantener el acceso a las fuentes de energía planetarias se traducen en mayor incertidumbre política.
Irónicamente, esta escalada hacia conflictos de riesgo planetario desdibuja la atención política a los asuntos fundamentales de la energía: ambiente, nuevas fuentes y la pobreza en el Tercer Mundo.
He aquí el dilema de la "seguridad energética": mayor es la comprensión de que una economía dependiente de la energía es intrínsecamente insegura, más difícil es apartarse de ella.
* Paul Roberts is the author of "The End of Oil: On the Edge of a Perilous New World ." (El fin del petróleo: al borde de un peligroso mundo nuevo")
Fiat Iustitia pereat mundus